Mar. Sep 16th, 2025

La historia oficial de la Independencia de México está rodeada de relatos que, con el tiempo, se han aceptado como verdades absolutas. Sin embargo, investigaciones históricas rigurosas han desmentido varios de estos mitos, revelando una narrativa más compleja y fascinante. Este reportaje se basa en documentos del Archivo General de la Nación y en estudios de historiadores como Carlos Herrejón Peredo y Eric Van Young para presentar hallazgos poco conocidos.

El primer mito sostiene que Miguel Hidalgo dio el Grito la madrugada del 16 de septiembre de 1810. En realidad, fue entre las 2 y 3 de la madrugada del día 16, pero la celebración se trasladó al 15 por decreto de Porfirio Díaz para que coincidiera con su cumpleaños. Díaz estableció esta tradición en 1896, y desde entonces se mantiene, aunque altera la precisión histórica del evento fundacional.

Contrario a la imagen popular, Hidalgo no tocó la campana de la parroquia de Dolores. José Galván, el campanero oficial, fue quien realizó esta tesa bajo las órdenes del cura. Hidalgo arengó a la población desde la entrada de la iglesia, pero no manipuló la campana. Este detalle, aunque parece menor, corrige una escena emblemática repetida en pinturas y representaciones culturales a lo largo de los siglos.

El estandarte de la Virgen de Guadalupe, adoptado por los insurgentes, no fue concebido como un símbolo de unidad nacional desde el inicio. Hidalgo lo utilizó principalmente como una herramienta de movilización efectiva entre la población indígena y mestiza, que era devota. Sin embargo, su uso exacerbó tensiones con el clero conservador y parte de la jerarquía católica, que veía con recelo la apropiación de un símbolo religioso para una causa política.

La idea de que la Independencia fue un movimiento unánime y cohesionado es otro mito persistente. En realidad, estuvo marcada por profundas divisiones internas. Los intereses de criollos como Hidalgo y Allende diferían de los de las masas campesinas que se unieron a la lucha. Mientras los primeros buscaban autonomía política y mayor representación, los segundos perseguían cambios socioeconómicos radicales, como la abolición de tributos y la redistribución de la tierra.

El papel de las mujeres en la Independencia ha sido subestimado en la narrativa tradicional. Figuras como Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario no fueron meras auxiliares, sino piezas clave en redes de inteligencia, financiamiento y propaganda. Investigaciones recientes, como las de la historiadora Guadalupe Jiménez Codinach, destacan su contribución estratégica, que often involucró alto riesgo personal y una sofisticada organización clandestina.

La campana de Dolores que se exhibe hoy en Palacio Nacional no es la original. Esa campana fue trasladada en 1896 desde Dolores Hidalgo por orden de Porfirio Díaz, quien la instaló en la capital para centralizar los símbolos patrios. La original, más pequeña y desgastada, había sido reemplazada años antes por una réplica en el templo de Dolores, un hecho poco difundido que ilustra cómo los símbolos nacionales a veces se reinventan.

Estas precisiones históricas no diminish el valor de la Independencia, sino que enriquecen su comprensión. Lejos de simplificarla como una epopeya romántica, la muestran como un proceso humano, lleno de matices y contradicciones. Conocer estos detalles permite apreciar mejor la complejidad de un movimiento que, pese a todo, logró sentar las bases de la nación mexicana moderna. La historia, al despojarse de mitos, gana en veracidad y profundidad.

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