En una cultura obsesionada con aprovechar cada minuto, proponer “hacer nada” como propósito de Año Nuevo suena casi provocador. Sin embargo, en los Países Bajos existe desde hace tiempo una filosofía llamada Niksen, que literalmente significa no hacer nada. No es pereza, ni procrastinación, ni abandono de responsabilidades. Es una práctica consciente de inactividad sin objetivo, y hoy se perfila como una respuesta directa al estrés crónico y al agotamiento moderno.
Qué es el Niksen (y qué no es)
Niksen no es meditar, ni leer para aprender, ni caminar contando pasos. Tampoco es scrollear sin parar. Es permitirte estar sin una meta clara, sin optimizar el tiempo, sin convertir el descanso en otro proyecto que “hacer bien”.
Puede verse como sentarse a mirar por la ventana, recostarse sin estímulos, observar cómo pasa el tiempo sin intervenir. El punto clave es no producir nada, ni siquiera bienestar medible.
En contraste con otras tendencias, el Niksen no promete resultados rápidos ni mejoras cuantificables. Su valor está precisamente en lo contrario: en dejar de exigirle algo al momento.
Por qué hacer nada reduce el estrés
Desde la neurociencia, los momentos de inactividad permiten que se active la llamada red neuronal por defecto, relacionada con la creatividad, la integración emocional y la regulación del estrés. Cuando no estamos concentrados en tareas externas, el cerebro procesa experiencias, baja la hiperalerta y se autorregula.
En un entorno saturado de estímulos, incluso el descanso suele estar lleno de pantallas, ruido o expectativas. El Niksen introduce pausas reales, donde el sistema nervioso puede salir del modo de urgencia constante.
Niksen vs. culpa cultural
Uno de los mayores obstáculos para practicar Niksen no es el tiempo, sino la culpa. Muchas personas sienten que si no están haciendo algo “útil”, están fallando. La cultura de la productividad convirtió el descanso en algo que debe ganarse.
El enfoque holandés plantea otra idea: descansar no se justifica, se necesita. No es una recompensa, es una condición básica para funcionar bien.
Cómo empezar sin convertirlo en tarea
El error común es agendar el Niksen como si fuera una actividad más. En lugar de eso, se recomienda introducirlo en pequeños espacios del día: no llenar cada pausa, no sacar el celular automáticamente, permitir el aburrimiento.
Cinco o diez minutos de no hacer nada, sin estructura ni expectativa, son suficientes al inicio. Si aparece incomodidad, es parte del proceso. El cuerpo y la mente necesitan reaprender a estar sin estímulo constante.
Por qué es un buen propósito de Año Nuevo
A diferencia de metas ambiciosas que suelen abandonarse, el Niksen es sostenible porque no exige esfuerzo adicional. De hecho, pide lo contrario. Adoptarlo como propósito implica cambiar la relación con el tiempo, no añadir tareas.
En un año donde seguramente habrá presión, incertidumbre y agendas llenas, el Niksen funciona como un ancla. No resuelve todo, pero crea espacios donde el estrés no se acumula sin salida.
Hacer nada como acto radical
En un mundo que mide el valor en resultados, hacer nada se vuelve un acto casi subversivo. El Niksen no busca escapar de la vida, sino habitarla con menos tensión. No promete éxito ni eficiencia, pero sí algo que muchos necesitan con urgencia: descanso sin culpa.
Tal vez este Año Nuevo no necesites otro propósito exigente. Tal vez lo más transformador sea aprender, poco a poco, a no hacer nada… y estar bien con ello.
