Lun. Nov 10th, 2025

En pleno corazón de Nueva York, Nikola Tesla se metió de lleno en experimentos con rayos X, sin saber que Wilhelm Röntgen acababa de anunciarlos al mundo ese mismo año. Tesla, con su ingenio característico, usó tubos de vacío y bobinas de alta frecuencia para crear imágenes que mostraban lo que nadie veía a simple vista. Una de las primeras fue la de su propio pie metido en un zapato, donde se veían claritos los huesos junto a los clavos y ojales metálicos, como si el cuero no existiera.

Tesla no se quedó ahí; también capturó una radiografía de su mano izquierda, revelando cada huesito con una precisión que dejaba boquiabierto a cualquiera. Estas imágenes salieron en la revista Electrical Review, donde explicó paso a paso cómo lo había logrado. Pero antes, un incendio en su laboratorio en 1895 le había quemado buena parte del equipo, retrasando lo que pudo ser un anuncio más tempranero.

El chisme es que Tesla diseñó un tubo de vacío unipolar, conectado a una bobina de alto voltaje que aceleraba electrones contra las paredes de vidrio, generando esos rayos misteriosos. Para que no se calentara todo como tamal en comal, le puso sistemas de enfriamiento con aire fresco y baños de aceite, un detalle que mostraba su astucia para evitar problemas.

Röntgen, al ver las fotos de Tesla, le mandó una carta en 1901 elogiando su calidad superior y preguntando por los trucos del oficio. Tesla, siempre caballero, le dio todo el crédito al alemán, pero sus propios avances incluían rayos más potentes que penetraban mejor y estudios sobre cómo se reflejaban en diferentes materiales. Jugaba con placas fotográficas y distancias de hasta dos metros y pico, como un mago probando sus ilusiones.

Entre 1896 y 1897, Tesla escribió diez artículos sobre los efectos de estos rayos en el cuerpo humano. Notó que la piel se ponía roja, dolía, se hinchaba y hasta el pelo se caía si uno se exponía mucho tiempo. Al principio pensó que era por ozono y ácido nítrico que se generaban, aunque después se supo que la radiación ionizante era la verdadera culpable.

Para no arriesgarse, recomendaba no pasar de dos o tres minutos de exposición, mantener distancia y usar escudos de aluminio conectados a tierra, como un chaleco salvavidas en mar picado. Estas advertencias fueron como un aviso en el metro: anticiparon los debates en la radiología médica, a diferencia de lo que pasó con Thomas Edison, donde ignoraron los peligros y hubo consecuencias serias.

En sus pruebas, Tesla hasta intentó radiografiar a su amigo Mark Twain, pero terminó capturando solo el tornillo de la cámara, un error que hoy nos hace sonreír. Sus trabajos abrieron camino para usar rayos X en localizar objetos extraños dentro del cuerpo o detectar problemas en los pulmones, como un doctor con vista de águila.

Hoy en día, en redes como X, la gente revive estas historias, compartiendo la imagen del pie de Tesla para recordar sus experimentos desde 1894. Es como un eco en la ciudad, destacando cómo este inventor exploraba energías invisibles que cambiaron el mundo.

El legado de Tesla con los rayos X es parte de sus más de 300 patentes, un tesoro que sigue inspirando en la historia de la ciencia. Sus ideas de 1896 influyen aún en la radiología moderna, recordándonos que a veces los genios trabajan en la sombra, pero su luz brilla por siempre.

por admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *